LA RUE SAINT-JACQUES, EL EJE ROMANO DE PARÍS
Todo el año, bajo el sol o bajo la lluvia, turistas y
viajeros de todo el mundo recorren las calles de París. Dialogan en todas las
lenguas y en medio del bullicio siempre es posible identificar a los hispanoparlantes
con sus diferentes acentos y variaciones del idioma castellano, que los
franceses llaman “español”.
Estas crónicas surgen como apuntes destinados a ayudar a
quienes desean recorrer la ciudad pero que no saben hablar francés. Y que,
cuando se salen de los circuitos oficiales de museos y guías especializados y
desean recorrer la ciudad libremente, pueden llegar a sentirse un poco
desamparados.
Los autores de este proyecto, París a Pie y en Español,
somos dos chilenos que, por adopción, nos hemos convertido en parisinos. En mi
caso, desde el 2014. Y en el caso de mi amigo Andrés Mendoza, realizador
audiovisual, desde hace ya dos décadas.
Para comenzar haremos un paseo a través de la calle más
antigua de París, que es uno de mis circuitos favoritos. Lo he recorrido varias
veces con mis amigos chilenos y también de la mano de mi hijo franco-chileno,
que pronto cumplirá los nueve años de edad y que desde los cuatro ha
celebrado todos sus aniversarios en París.
LA ANTIGUA LUTECIA
Cuando París era una villa romana y se llamaba Lutecia, el Cardo maximus era el eje que atravesaba
la ciudad de norte a sur.
Pasaba a través de la Île-de-la-Cité, una de las pequeñas
islas ubicadas en medio del río Sena. Sobre esta isla surgió en el siglo I antes de Cristo un asentamiento
galo, que los romanos después llamaron Lutecia. Y se levantó, durante la época medieval, la actual catedral de Notre-Dame. Frente a la catedral existe una cripta
arqueológica con ruinas que confirman que esta zona fue, en su momento, un
puerto para embarcaciones romanas, que navegaban a través del río.
Hoy la catedral de Notre-Dame está cerrada y en
reparaciones, tras el incendio de abril de 2019, un incidente que dejó en shock
a los cientos de parisinos que, congregados espontáneamente frente al templo
católico, fueron testigos directos de su magnitud. Con mi hijo vimos la enorme
columna de humo desde lejos, desde la ventana de nuestro departamento en el
barrio de Montparnasse, ubicado a media hora a pie. Nos quedamos hipnotizados
por aquella imagen y luego seguimos las noticias a través de Internet hasta que
el fuego fue controlado por los bomberos. Fue una buena decisión quedarse en
casa, pues la contaminación provocada por las cenizas –el techo de la
catedral fue construido gracias a la madera producida por un bosque entero- fue
muy grande.
Los trabajos de reconstrucción no han hecho más que comenzar
y será difícil que el gobierno cumpla su promesa inicial de completarlos dentro
de cinco años. Por eso, el acceso a la catedral hoy está cerrado a los
turistas. Y seguirá así por mucho tiempo. Como consuelo, siempre se puede
caminar alrededor de ella o descender a las riberas del Sena y observarla desde
ahí. O desde los barcos que navegan por el río, los famosos Bateaux-Mouches (barcos-mosca, como los
llama popularmente la gente, aunque el nombre viene de su astillero original,
Mouche, y actualmente solo una de las compañías que ofrecen el servicio es
dueña de la marca y existen también otras empresas, que poseen botes de todos los tamaños, con y
sin restaurante incluido).
AL OTRO LADO DEL RÍO
El Cardo maximus
de los romanos era un camino que cruzaba el Sena, frente a donde estaría más tarde Notre-Dame,
y continuaba en línea recta a través de la actual calle Saint-Jacques. Esta
calle está llena de lugares patrimoniales, que podemos apreciar tranquilamente
en una caminata.
Apenas cruzado el río, y una vez que hemos dado ya los
primeros pasos a través de la rue
(calle) Saint-Jacques, vale la pena
desviarse de la ruta algunos pasos hacia la izquierda y buscar, en las
estrechas calles medievales de los costados, la iglesia de
Saint-Julien-le-Pauvre (79 de la Rue Galande). Junto a su fechada aún se
conserva una losa de piedra que data de
la época romana. La mezcla de estilos del templo es impresionante y habla por
sí sola de su antigüedad.
Luego volvemos sobre nuestros pasos y continuamos el
recorrido a través de la Rue Saint-Jacques. Sobre los techos de los edificios
destaca la cúpula verde del antiguo observatorio astronómico de la Universidad
de la Sorbonne.
EL PANTHÉON Y EL JARDÍN DE LUXEMBURGO
Un poco más allá, a nuestra izquierda, en la intersección
con la Rue Cujas, vemos la impresionante fachada del Panthéon. En su cripta
están sepultadas grandes personalidades de la historia de Francia, entre ellos
Voltaire, Rousseau y el escritor Alejandro Dumas. En este edificio se encuentra
también el péndulo de Foucault, que permite demostrar el movimiento de rotación
de la tierra.
En la esquina de Saint-Jacques y Cujas es posible realizar
un interesante ejercicio, porque realmente es una zona llena de lugares
históricos. Si miramos hacia la izquierda, vemos el Panthéon. Si miramos hacia
la derecha, divisamos los árboles del Jardín de Luxemburgo y el techo del
edificio del Senado de Francia. Y, en el horizonte, la Torre Eiffel.
Recuerdo la emoción de algunos amigos chilenos cuando han
hecho por primera vez esta caminata. Partir desde Notre-Dame, que siempre forma
parte de los lugares imperdibles que hay que ver en París, y llegar en pocos
minutos hasta esta esquina, en donde se recorta en el horizonte la silueta de
la mitad de la Torre Eiffel, ayuda a todo viajero a vivir la experiencia de
sentir que realmente se ha llegado a la ciudad. “Es mi primer encuentro con la
Torre Eiffel”, me dijo, emocionada, una profesora de arte chilena, cuando se
paró en esta misma esquina.
PULPOS Y HOSPITALES
En toda esta zona hay agradables cafés, bistrot, creperías, tratorías, restaurantes y todo tiempo de
tiendas. También hay algunos negocios de barrio que van apareciendo a medida
que el caminante avanza a través de la Rue Saint-Jacques.
La entrada del Instituto Oceanográfico (195 de la Rue
Saint-Jacques) ofrece una vista digna de las historias de terror y suspenso de
H.P. Lovecraft, con un imponente pulpo de bronce esculpido sobre la puerta
principal.
Más adelante, siempre a través de la Rue Saint-Jacques,
aparece la cúpula de la iglesia de Val-de-Grace, que formaba parte del antiguo
hospital militar. Más allá se encuentra el Hospital Cochin, de asistencia
pública, que depende de la Universidad de París.
EL JARDÍN DEL OBSERVATORIO
Nuestra sugerencia de recorrido culmina en el Jardín del
Observatorio de París, ubicado justo en la intersección de Saint-Jacques y del
número 98 del Boulevard Arago. Detrás de los árboles y plantas del jardín se
encuentra la cúpula del antiguo observatorio, creado por el rey Luis XIV, pero
una reja impide el acceso del público a aquel edificio. Ese lugar marca,
exactamente, el meridiano de París.
El Boulevard Arago lleva el nombre del astrónomo
François Arago. Hay 135 medallones distribuidos a lo largo de París como
reconocimiento a su trabajo de medición del meridiano. Estas placas se hicieron
famosas gracias al libro y a la película El
Código da Vinci.
El monumento en homenaje a Arago, ubicado frente a la
entrada del Jardín del Observatorio, al otro lado del boulevard, no está. ¿Por
qué? Fue fundido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, una placa explica a
los visitantes lo que sucedió.
Pero dentro del Jardín del Observatorio una nueva estatua, mucho
más moderna, una figura humana fragmentada con un movimiento en forma de
espiral, ha sido levantada en memoria de Aragó.
En este sitio termina nuestra
propuesta de recorrido a través de la Rue Saint-Jacques, el Cardo maximus de los romanos, la calle
más antigua de París. Su nombre en español, Santiago, nos recuerda que esta era
también la ruta de los peregrinos hacia Orleans y, más allá, hasta Santiago de
Compostela. Es una caminata que se puede realizar en media hora, si uno va
apurado, y en una hora y media, si te das el tiempo para observar bien los
hitos que hemos mencionado en esta crónica.
Ven a recorrer la ciudad con nosotros. Esto es Paris a pie.
Y en español.
© Gilberto
Villarroel. 2019.
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